Descripción
Oscar pertenece a esa estirpe de hombres de la consistencia del Barón de Benicarlés o el Dr. Matthew O’connor, ojo del culo que, como Prometeo trayendo del Olimpo el fuego a los hombres, traen del inframundo en el que habitan la mitad de su tiempo, un poco de su fértil deyección a los salones de la nobleza que frecuentan, a condición de que no huela demasiado. Siempre a modo de comparsas, ingeniosos malabaristas de la palabra, entretenedores fatuos, monstruos melifluos, desclasados divinos, que nunca pertenecieron de pleno derecho a ese ambiente que les ríe las gracietas y a los que llegado el momento dejarán caer sin remordimientos como a un Swan cualquiera.