Descripción
¿Hay algo que paladeemos con más glotonería que un un día plomizo de mierda que amenaza un cambio de estación y nos pilla con el paso cambiado, destemplados y felices de estar dentro de los lindes de nuestra zona de confort?
Esos días, después de mirar con desconfianza el mundo exterior por la ventana, sintonizas al bueno de Nick Drake y te preguntas cómo diablos se suicidaría con lo a gustito y feliz que puede ser uno con un poquito de niebla mental, té verde japonés, calefacción central, novelas rusas y sobretodo música mohína, añeja a ser posible. De todo eso disfrutaba Nick y sin embargo no le bastó y acabó tomando las de Villadiego a sus tiernos 26 años. Los hay que dicen que fue a causa de su poco éxito comercial. Yo lo dudo: teniendo el reconocimiento de sus pares y una buena cuna ¿a qué viene hacer un drama de eso? Puede que Nick no necesitara pretextos para suicidarse y supongo que a los que saboreamos con placer la melancolía como turistas del ánimo nos cuesta entender la depresión entendida como enfermedad mental. La cruz de Nick fue su fragilidad, la que forman sus brazos, emulando a la de San Andres, sobre su pecho, tratando de aislarse y protegerse de todo lo que había afuera y que a él le percutía de manera insoportable. Gracias por tus canciones, que ahora, que ya se han hecho viejas nos entumecen mucho más.