Descripción
Tres octavas tiene mi Roy. Parece que con tres octavas puedes llegar desde el Olimpo, donde cantaba según Bob Dylan, hasta las profundidades del sueño donde andamos tú y yo cogidos de la mano con pies pesados y filtro valencia virado al azul. Me dijeron alguna vez que me parecía a Roy, no por mi voz esencialmente átona sino por mis aires vintage. En realidad era por las gafas: unas de sol a las que les había graduado los cristales. Además los dos teníamos barbilla ausente o carecíamos de barbilla, como mejor se entienda. Yo lo disimulé con una perenne barba que me la redibuja. A Roy nunca le hizo falta pues los dioses no están para tontadas.